Sebastián Juarez prefiere los ojos que las bocas. Tiene 24 años, manos fuertes y no tiene pelo largo. Su vida, al igual que la de la mayoría de los seres humanos, empezó un día determinado, a una hora determinada, después de un parto determinado. El mismo día que somos concebidos, comenzamos a morir. Estamos en una carrera contra el tiempo para llenar expectativas propias y ajenas, donde uno está educado para no mirar atrás.
Sebastián conocerá el riesgo de despertar cada día a sabiendas que los demás esperan algo de él. Lo aborrece. En un sol específico, se da cuenta que él espera mucho más de los otros que ellos de él. Es ahí cuando se hace inmortal.
= aunque sea para incordiar =
4 may 2008
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