Las ballenas se retiran y su pesado equipaje pasa a ser mío. Gracias por pasar.
Respira, respira el aire. No tengas miedo de respirar que podrás elegir tu propio aroma.
Sin lágrimas no hay nada, sin dolor no hay amor. En un hondo agujero nos encontraremos
Con el infinito sol, los rayos revestirán las sombras.
Tengamos el derecho de doler y, digo también, de hacer doler. Que las palabras son pocas, pero los sentimientos muchos.
El corazón late al mismo ritmo, al mismo tiempo, al mismo son que un cuero. Los labios son rojos, aunque no la pasión.
Un rostro burlón me ironiza desde la prudente distancia. Ah! Los adjetivos: graciosos corsarios de subjetividad!
Denme el carbón y puliré el diamante, mientras no sea mío. Mientras pueda oírlo.




(Re)conozco el riesgo de haberme equivocado.
Respeto tus pasos, tus brazos y tus sombras.
Pero el compás ya no era el mismo.
Pero el compás ya no era el mío.

Sin pensar en el hoy, siempre basándome en el mañana incierto, desaprovecho la luna, las voces, las brisas y no importa tanto como antes.

He perdido, en algún momento definitivo, a la persona que fui. A la silueta que era. Ahora, renacer, desde las cenizas, se dice. Renacer desde donde sea, pero con destino al cielo, uno profundo.

Escritura precoz de alguien que no puede hablar, todo emerge de algún modo.
Aunque sean las manos las mensajeras y el calor.
No narrar, no soñar, no rogar.
No dormir, ya habrá tiempo para eso.
Y mentir, sí, mentir. Si sólo es pintar y decorar lo que uno realmente quiere que sea real. Real a flor de piel. No es mentir si es un deseo.

Otra vez (des)esperanzada por abrazar la calma y la calamidad.