= aunque sea para incordiar =

10 jun 2013

20.12.12


Se venden ideas
Se compra creatividad
Se regatean horas de sueño.
Se regalan sueños. Como si fuesen caramelos de mentolyptus. Esos feos que a los seis segundos de saliva lastimosa empiezan a picar y escupirlos pasa a ser la prioridad.
Me puse a pensar en aquello que no tiene precio realmente y que no tenga que ver con la publicidad de mastercard. En eso que en esta sociedad no se puede comprar, si es que todavía queda algo sin mercantilizar.
Y dije en voz alta:
El respeto no se puede comprar.
La amistad, el silencio, el aire, el amor
La paz interior, las dudas, lo simple y lo complejo
Aquello que soy yo y no se refleja en el espejo
Eso.
Esos detalles, que se ocultan en la comisura de una boca, en una arruga, en una mano temblorosa, en un nudo en la garganta. En una mirada que no entendés de donde vino o cómo fue pero que no se va a repetir jamás. Cuando el tiempo se detiene, cuando todo es suspensión. Esos invisibles para el ojo humano consumidor, pero que gritan desaforados para recordarnos que la cosa va por otro lado.
Ya no es una producción en masa de autos, botellas de vidrio ni lamparitas de luz. Ahora se produce sentido, me diría un profesor. Y cómo se compra la producción de sentidos? – Me pregunto yo. En dónde se produce? Cómo se produce? Jugando al ping pong los viernes en Google? En la palabra innovación, en las nuevas tecnologías (¿cuáles serán en el próximo segundo?)
Uno cuando sabe algo no se puede hacer el boludo. O sea, puede, porque hábiles para poner los ojos en blanco y hacer de cuenta que nada pasó, somos todos. Y todas.  

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