Se ha caído el cielo,
no ha bajado ningún ángel.
Se ha caído el cielo,
no ha bajado ningún ángel.
Se ha caído el cielo,
y en medio de dos impulson mal controlados se dejó conocer una silueta.
La paleta de colores del pintor más experimentado no es suficiente para describir los matices del sentir.
Las palabras más precisas de un escritor ya cansado de repetirse no reemplazan la verdad de respirar.
Las lágrimas más verosímiles de un actor ni siquiera compiten con lo imponente que es el mundo.
Aunque el esfuerzo se haga desde el alma, no se llegará a igualar la vastedad, la simpleza, la libertad, el amor, el odio, el miedo...
¿Debemos abandonar en la mitad de la carrera? ¿Debemos huir y no amar y no jugar y no intentar? ¿Podremos hacer a nuestros oídos sordos y a nuestros ojos ciegos para convertirnos en unos seres genuinamente ignorantes? Lo más importante, ¿es lo que queremos?
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